martes, 5 de marzo de 2013

Rosas.

Rosas que se rehúsan a ser plantadas en el campo. Rosas que por el temor a lo desconocido deciden seguir viviendo en su maceta. Dicha maceta les provee seguridad, pero jamás dejará crecer sus raíces mas allá de esas paredes de barro. Mientras vivan en esa maceta sus sueños e ilusiones serán inalcanzables. Rosas que por el temor a las nuevas oportunidades jamás podrán crecer lo suficiente para alcanzar las ramas del laurel.

Narcisos.


Veo a mí alrededor los narcisos crecer y unas cuántas flores marchitas luchando por sobrevivir. Diversos narcisos crecen con elegancia, otros lo hacen con soberbia y repugnancia.
Después de un tiempo, el jardinero vendrá al campo a ver los narcisos, y con su ignorancia elegirá al más bello, al cuál cortará de tajo, no importa si ese narciso aún no está listo, si es prematuro o si su flor aún no ha brotado. El jardinero ya ha hecho su elección… Para el ojo del jardinero ese narciso es más que perfecto, el jardinero decide sobre los narcisos. 
Tal narciso crecerá en ego, esas voces le han dicho que es el mejor, el más bello entre las demás flores, por eso, piensa que tiene el derecho de menospreciar a los demás, de sentirse superior. Muy tarde se dará cuenta qué, al perder su raíz, perderá la vida y se marchitará poco a poco. Mientras tanto, Los demás narcisos siguen creciendo con júbilo en ese campo. Lejos de los ojos del ignorante jardinero.